Cuando comencé a estudiar Diseño Industrial, en 2003, tuve que cargar con el peso de saber (o creer) que iba a estar obligado a vivir en Buenos Aires, Córdoba o Rosario para ejercer mi futura profesión. Esa es la idea que tenemos habitualmente y que nos impide, también, abrir el juego y apostar al desarrollo de un pueblo o una ciudad mediana.
¿Cómo iba a hacer, entonces, para vivir del diseño sin tener que estar anclado en las ciudades con recursos tecnológicos, con salida al resto del mundo y, sobre todo, con industrias a quienes ofrecerle mis servicios?
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)