Patricia Walsh empieza a hablar de su padre en una mesa de bar ubicada en la vereda de Bulnes y Córdoba, aunque el ruido de la calle sea ensordecedor. Pero es obligatorio estar allí, porque ella fuma. Y como todo fumador porteño soporta la expulsión de los lugares públicos cerrados. No le importa. Lo acata. Polemista, abandonará por un rato su militancia política, y la actividad que le demanda su precandidatura a la Presidencia, para recordar a su padre. Será casi un largo monólogo, lanzado como si buscara siempre un contendiente.