¿Podría haber encontrado Ficciones del dinero momento más indicado para su publicación que estos últimos meses de 2014 en Argentina? ¿Podría haber previsto mejor caja de resonancia? Si la imposición creciente de la razón económica, antes que histórica y política, es, según dice Alejandra Laera, lo que tienen en común los dos períodos en los que se escriben las novelas de las que se ocupa centralmente el libro –las novelas argentinas de la debacle financiera del fin de siglo XIX y las de la crisis total de fin del siglo XX–, pero además, si las ficciones escritas entre 1990 y 2001 y que constituyen, en rigor, la lente principal del libro (El aire, de Sergio Chejfec, Wasabi, de Alan Pauls, Varamo, de César Aira, Plata quemada, de Ricardo Piglia, La experiencia sensible, de Fogwill), se escriben mientras se atraviesa una de las grandes ficciones económico-sociales de Argentina como fue la paridad peso-dólar, ¿no resulta interesante, y hasta increíble, casi como un signo de justicia poética, que Ficciones del dinero se publique justo cuando, después de una década que postuló la reconquista de la razón política por sobre la económica, el peso argentino se diversifica, al menos en la pizarra que lo acredita diariamente, en cotizaciones múltiples? Dólar oficial, dólar blue, dólar ahorro, dólar tarjeta, dólar soja, dólar bolsa. El contexto, lo sé, no es de crisis, como sí lo fue para los dos corpus de ficciones del dinero de los que se ocupa el libro, pero tal vez podamos ver en el episodio un signo, indirecto y azaroso, del diálogo con el presente que en la crítica de Alejandra siempre es, no importa cuál sea la materia de la que se ocupe, no sólo un objeto sino una ética del pensamiento y de la escritura.