La critica a un pensador supone, además del perfecto conocimiento de su obra, la necesidad de una visión totalizadora, cosa ya más difícil de lograr. Sotelo no sólo conoce muy bien la obra de Jean Paul Sartre, sino que además consigue situarlo, reconoce las corrientes que a él llegan y además la importancia decisiva que tienen para su pensamiento las distintas circunstancias históricas. Realiza además un análisis muy objetivo. No adjetiva los intentos sartrianos, lo que le permite poner de manifiesto sus equívocos, pero también salvar sus momentos de lucidez.
Los años que van del primer existencialismo a 1960, fecha en que da a conocer la Critica de la razón dialéctica, son para Sartre de instalación en la realidad. Sus primeros escritos filosóficos no son sino una ruta para la aniquilación. Todos sus prolijos ensayos fenomenológicos vienen teñidos de un profundo nihilismo. Desde su ontología, fundamentada en la Nada, todo es posible, y, precisamente por ello, Nada ocurre. La absoluta indeterminación y con ello la absoluta libertad que propone para el hombre termina siendo su mayor mal. Dueño de sí, cada uno inventa un proyecto y prepara el caos, incapaz de fundamentar una fuerza organizadora.