En este trabajo explicitamos, sintéticamente, aquellos aspectos de la experiencia que se orientaron a considerar el quehacer artístico como una producción subjetivante, entendiendo por sujeto al ser en el que el deseo propio puede ponerse en juego de uno u otro modo, sin estar alienado con mandatos que lo exceden o le obturan la posibilidad expresiva: llámese falta de alimento, sobreprotección, abandono intencional, hipoestimulación, etc., es decir, un deseo ajeno que violenta la autonomía (Aulagnier, 1975) o que directamente carece de toda legalidad que ordene el universo simbólico del niño. En este sentido, entendiendo la actividad artística como un componente necesario para el desarrollo cognitivo-creativo (Piaget, 1969; Vigotsky, 1979; Luquet, 1927), hemos hecho uso de la misma como vía privilegiada para el desarrollo de competencias tales como la organización espacial y temporal, la imagen del cuerpo y el esquema corporal. Es lícito aclarar que estos dos últimos términos, indisociables entre sí, no hacen referencia a lo mismo. La imagen del cuerpo refiere a una multiplicidad de sentidos inconscientes, donde se concentran, por ejemplo, aspectos placenteros y displacenteros de la historia subjetiva. Por el contrario, el esquema corporal refiere a la representación mental de, por ejemplo, el aspecto funcional del movimiento y las acciones corporales. Según Dolto "especifica al individuo como representante de la especie" (Dolto E, 1986). Es en esencia un concepto evolutivo, refiere Levin (Levin E., 1991). De aquí que por medio del trabajo realizado se ha buscado el desarrollo subjetivo e historizante de la primera, y el desarrollo evolutivo de la segunda.