Un documento guardado en un cajón bajo siete llaves u otro arrumbado en un depósito abandonado en excelentes condiciones de conservación, pero que nadie mira ni toca, no tiene sentido sin un sujeto o sin una sociedad que lo valore. Esta idea parte de una concepción del patrimonio cultural como algo dinámico, que no depende de los objetos o de los bienes, sino de los valores que la sociedad les atribuye en cada momento de la historia y que determinan cuáles hay que proteger y que conservar para la posteridad. En el trabajo con archivos se establece una relación dialéctica entre prácticas-técnicas archivísticas y la valoración social de la documentación: sin una no es posible la otra.