Hace unos días, el domingo…. un grupo de profesores universitarios organizaron una clase abierta por Ayotzinapa en el zócalo de la ciudad de Puebla. En aquella actividad, invitaron a la gente que paseaba a conversar con ellos y con dos de los estudiantes de la normal rural “Raúl Isidro Burgos” que estaban ahí para ofrecer una clase abierta de dignidad, valor y resistencia. Dos de los ayotzis (como les dicen los estudiantes de licenciatura) estaban ahí compartiendo la palabra con la gente que quería detener el paso y escucharlos, y es que no todos se detienen a escuchar y eso duele. El grupo de profesores universitarios salió a la calle a hacer lo que pueden hacer, lo que saben hacer: dar clases, ellos mismos lo decían:
“queremos alentar la reflexión colectiva y auspiciar conversaciones y debates que ayuden a pensar en un horizonte que vaya más allá de este presente de miedo, represión y muerte”. Se autoconvocaron para que colectivamente nos preguntemos: ¿qué hacemos si nos siguen faltando 43?; ¿qué hacemos? Lo mismo me pregunto yo, le pregunto a mis compañeros universitarios, le preguntamos a los ayotzis, nos pregunta la gente en las calles cuando vamos marchando, en la casa a la hora de la comida, o por redes sociales los amigos de otros países.