Para cumplir con las pautas de este seminario, no voy a exponer aquí mi propia concepción sobre la memoria –y en particular, sobre la memoria colectiva- sino a discutir la perspectiva de Henry Rousso, tal como la descubrí al leer El síndrome de Vichy, y tal como fue explicitada, precisada y quizá repensada en parte, en el texto que precede.
Pese a la inflación de los términos –memoria, memoria colectiva, tradición- y pese a las seudo-connivencias que suscita su poder de evocación, los objetos y las preguntes planteados a la realidad social resultan a menudo demasiado diversos como para que sea posible su contrastación. Pero no es aquí el caso, si tratamos de situar el objeto del debate desde un ángulo distinto al de Henry Rousso, pues no es tanto la ambición de escribir la historia de la memoria colectiva la que resulta problemática, a mi entender, sino la definición misma de “memoria colectiva”. En efecto, la discusión que aquí propongo no escapa a la polisemia de los términos que usamos. Al leer El síndrome de Vichy, y luego el texto que antecede y precisa el marco conceptual de esa investigación, me resulta difícil no relacionar lo que allí está escrito o dicho, con mis propias definiciones sobre la memoria colectiva –tales como las fui “armando” a partir de una investigación empírica particular y de lecturas que sí son comunes a nuestros trabajos:
Pierre Nora, por supuesto, Maurice Halbwachs como punto de partida y, en mi caso, Roger Bastide. Una disputa en torno a definiciones sacadas de su contexto resulta estéril. Lo mismo sucedería con la posible discusión en torno a la lectura correcta de Maurice Halbwachs, dada la complejidad, las contradicciones y evoluciones que tuvo este autor. ¿Acaso deberíamos aceptar entonces un diálogo de sordos, basado en el uso común de una noción que, desde Halbwachs, se ha fosilizado? No lo creo. Mi crítica se centrará en aquello que creí percibir en las contradicciones, connotaciones, puntos ciegos de las definiciones desarrolladas por Henri Rousso, explícitamente o no.