Para los que comenzamos a transitar la década del sesenta, en medio del candor adolescente y el marco que daban, entre otros hechos, la aparición de los Beatles, la minifalda, Sandro y los de Fuego, el Instituto Di Tella y Tía Vicenta, era un símbolo de esperanza por un mundo mejor. Existían señales que presagiaban cambios tanto a nivel cultural como político, los que finalmente en la mayoría de los aspectos, nunca pudieron concretarse.
La Ictiología nacional junto a otras disciplinas comenzaba a tomar un fuerte impulso, favorecido quizás por señales que presagiaban un mejor futuro en ese sentido pero sucesos posteriores siempre marcaron un camino lleno de dificultades y sobre todas las cosas, incertidumbre.
En nuestro país ya en los primeros años de esa década "El partido militar" que se había iniciado en los años treinta, seguía manteniendo su presencia y se robustecía con el golpe y derrocamiento de los presidentes constitucionales, provocando graves consecuencias, entre ellas la infausta ''Noche de los bastones largos".
En este contexto, tres docentes e investigadores de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de La Plata, R. A. Ringuelet, R. H. Arámburu y A. Alonso de Arámburu, comenzaron a pergeñar una obra que iba a marcar un antes y después en la ictiología continental regional.