Al hacer una apreciación general de los valores en juego, podemos constatar que el mundo occidental se encuentra en retroceso en muchos terrenos. El ex ministro de Relaciones Exteriores de Francia, Hubert Védrine, caracteriza este momento como “…Occidente perdió el monopolio del relato”. China, Rusia, el mundo islámico plantean desafíos nuevos aunque no desconocidos para quienes analizan la historia lejana. Asistimos a su vez a importantes cambios sociales signados por el debilitamiento, en algunos casos la desaparición lisa y llana, de los lazos que cimentaron nuestras sociedades, el sentimiento de compartir un destino común se reduce día a día. Frente a tamaña situación plagada de dificultades de todo orden, lo Político (con P mayúscula) debe recuperar todas las atribuciones y su capacidad para conducir a la sociedad. Una pregunta que muchos se hacen, es si desapareció la política frente a las nuevas tecnologías en materia de comunicación y relacionamiento entre los humanos. A ello corresponde responder que la política puede haber cambiado de lugar pero no ha desaparecido. El Estado ha sido –y lo es aún- el lugar privilegiado de lo político. Sin embargo, la evolución actual que puede observarse con la aparición de las llamadas guerras “asimétricas”, en las cuales uno de los actores carece de Estado, introduce un elemento de disrupción e incertidumbre en esta apreciación