Francisco Umbral jamás fue un poeta en el estricto sentido de la palabra –aunque publicó algún poemario– y, sin embargo, toda su prosa está perfumada de lírica: los artículos, las memorias, las novelas en las que su propia figura deambula entre las páginas, literaturizada, hecha personaje de sangre y de mentiras, a partes iguales. También fue lírico en su faceta de cuentista. La profesora Bénédicte de Buron-Brun, que ha dedicado gran parte de su vida al análisis y la investigación de la obra umbraliana, ha publicado recientemente un libro que desvela nuevos y desconocidos matices del autor en este ámbito menos estudiado. Treinta cuentos y una balada (Renacimiento, 2018) constituye una recopilación de treinta y un textos inéditos inscritos en el género del cuento cuyo mayor valor reside, además de en la exquisita elaboración estilística que siempre acompaña la literatura de Umbral, en el hibridismo que presenta y en el carácter documental de la realidad histórica y social española.