Fue en 1957 cuando la Asociación Americana de Hospitales y la Sociedad Americana de Farmacéuticos de Hospital establecieron la necesidad de que el farmacéutico extendiera su responsabilidad a programas destinados a dar seguridad a la circulación de medicamentos en el hospital. Esto es lógico, ya que el farmacéutico no es un profesional universitario destinado simplemente a la distribución de medicamentos (entendiéndose por tal al acto físico de descontar del stock, empaquetar y transportar los medicamentos al lugar del hospital en donde son necesarios y cumplir muchas veces con funciones administrativas); eso sería menospreciar su capacidad, sus conocimientos y su entrenamiento, como así también el fin primordial de su profesión. Esa distribución implica un control en el uso de los mismos y de la efectividad de ese control dependerá en gran parte el éxito del tratamiento del paciente.