Asumo la investidura de rector interventor de la Universidad Nacional de La Plata, en cuya Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales me recibí en 1924; a cuyo claustro de profesores me incorporé en 1934; cuyo Consejo Académico integré en más de un período y donde era vicedecano al extrañarme de su seno, cuando la permanencia era incompatible con la dignidad.
Estos son los únicos títulos que me señalaron para tan honrosa función y que me presentan como un hijo de esta casa de altos estudios, que nunca tuvo ni tendrá la aspiración de incorporarse como docente a ninguna otra de las ilustres y prestigiosas universidades argentinas. En tal sentido sigo el ejemplo de queridos maestros como Juan Carlos Rébora, Benjamín Villegas Basavilbaso y Enrique V. Galli, alentando la esperanza de que tiempos menos difíciles nos permitan horas de sosiego para agregar algún aporte científico al rico acervo que aquéllos unieron al nombre prestigioso de la Universidad Nacional de La Plata.