Frente a lo que representa para América Latina la actual configuración internacional –que ofrece oportunidades regionales para nada desdeñables- es pertinente poner en cuestión la necesidad de una estrategia regional profundamente mancomunada. Tal es así, que de acuerdo al panorama actual resulta condición sine qua non definir, en primer lugar, una estrategia de desarrollo común en aras de salvaguardar los intereses regionales. Esta estrategia deberá estar orientada por una planificación táctica y diagramada, en donde la proyección del desarrollo regional esté a la vanguardia de la misma.