La estrategia internacional de Cambiemos se presentó como “un giro de 180 grados” con respecto a la llevada adelante por Cristina Fernández, ya que priorizó los vínculos con los países de la tríada occidental2 (Cué y Jiménez, 2015: 4) y se bosquejó como una construcción “globalista”3, para usar la conceptualización de Amado Cervo (Cervo, 2003). Aunque las dos tendencias de esa corriente conviven dentro del gobierno de Macri (la benigna, que acepta la globalización y sus reglas, sin la más mínima confrontación con ella; y otra asimétrica, la cual, a pesar de reconocer sus dificultades, busca participar de las instituciones para influenciar en las normas que emergen y lograr ciertos objetivos), resulta clara una preponderancia de la primera.