A pesar de la situación económica, Buenos Aires y otras provincias del interior conocieron también en el transcurso de los siglos XVII y XVIII la existencia de músicos negros, en especial en todo aquello atingente a lo eclesiástico. Los conventos e iglesias tenían a su disposición numerosos esclavos encargados de esos menesteres. El negro, en la mayor parte de los casos, realizaba funciones de músico en muchas de las iglesias de nuestro territorio. Estudiosos del pasado colonial documentaron en varias oportunidades la importancia fundamental de ese aporte. Pero no es nuestra intención referirnos en esta oportunidad a ese aspecto de la historia de la música rioplatense. Hemos de presentar al negro libre, músico de profesión, que, en compañía de sus iguales, organizaba orquestas para alegrar las fiestas y ceremonias coloniales de la aldea porteña.