Al entrar en juego factores sociales y culturales que hasta entonces no se tenían en cuenta la lengua pasa a ser vista como una construcción social, histórica y cultural y saber una lengua significa ser capaz de usarla de forma adecuada en un contexto determinado, ser proficiente. Así, el concepto de proficiencia lingüística evoluciona para pasar a ser entendido como el uso adecuado de la lengua para desempeñar acciones en el mundo (Scaramucci, M., 2000). Dentro de estas concepciones surge el examen Celpe-Bras que gana reputación dentro de los exámenes internacionales por evaluar la literacidad y distanciarse de la evaluación de la forma además de direccionar los procesos educacionales de portugués como lengua adicional dentro y fuera de Brasil (Schoffen, J.R, Martins A. F. 2016).
En esta comunicación, hacemos un recorrido teórico de este examen y reflexionamos sobre lo que generó en términos de cambios en el proceso/aprendizaje y evaluación.