Este libro consta de una introducción y ocho artículos. Emociones políticas: un estado de la cuestión (con especial referencia a la Edad Media) de José Antonio Jara Fuente; Sit Tibi Terra Levis: las emociones en las epigrafías funerarias romanas de Lucía Arbeo Cuesta; Comunidades en conflicto: expresando las emociones políticas en el espacio urbano. Flandes y Castilla en la Baja Edad Media de Beatriz Saiz Artiaga; En el nombre de Dios. Miedo, aversión e ira en los procesos inquisitoriales de Alicia Caballero Salamanca; Emociones contenidas en la casa desde finales del Antiguo Régimen de Carmen Hernández López; El siglo de las revoluciones: emociones y política en el siglo XIX de Andrea Villegas Marchante; Emociones y sentimientos: Porrajmos, el holocausto romaní de Isabel Martínez Bonilla; Miedo, represión, Guerra Civil y dictadura franquista de Sergio Nieves Chaves.
Como vemos, una compilación de textos que recorren y describen distintas épocas y regiones. El hilo conductor es recuperar las vivencias, las formas en que hombres y mujeres sienten lo que les toca vivir. Esa percepción se plasma en un discurso y está condicionado por él simultáneamente. La historia de las emociones es o debe ser la historia de los discursos, la historia de cómo el ser humano ha percibido y manipulado la operatividad, la funcionalidad de las emociones para dotar de sentido y explicarse a sí mismo y a los demás lo que su existencia representaba y permitirnos a nosotros comprender y explicar el cambio social que se produce a partir de esas pequeñas y grandes transformaciones. Las emociones tienen una historia, incorporan una lógica propia, que debe ser examinada a la luz de cada momento histórico, en el marco de cada cultura. Esto significa que no nos encontramos ante categorías universales y estáticas; eternas e inmutables sino por el contrario, las formas de percibir y de sentir son cambiantes y siempre están condicionadas.