Durante la copiosa invasión de pulgón verde de los cereales, "Schizaphis graminum" (Rond.), que destruyó sementeras de Buenos Aíres, Córdoba y La Pampa basta 1942, observarnos que el problema que reclamaba más urgente solución por su importancia económica, consistía en la provisión de forraje verde de otoño-invierno.
Las siembras de avena y centeno que se realizaban con este fin, desde marzo, eran destruidas por la toxemia que provocaba en ellas la saliva del pulgón, y las empecinadas resiembras mantenían activa la plaga en las mismas zonas.
En aquellas fechas la técnica terapéutica no disponía de otra posibilidad que las formulaciones de orto-dinitro-cresol en espolvoreos, droga que a las dosis más bajas, resultaba fitotóxica, además de antieconómica.
Los métodos culturales (siembras tardías, trabajo de rastras de ramas, pastoreos intensos, etc.), no eran aplicables en la mayoría de los casos y la lucha biológica que difundíamos nosotros llevando a todas partes colonias parasitadas por Aphidius platennis Bréthes, eran apenas un alivio siempre limitado por el equilibro natural de las especies.
Lo urgente era encontrar un forraje resistente a la toxemia.