Voy a comenzar diciendo que disfruté mucho de la lectura de este libro que hace un largo recorrido por la historia de la cultura escrita de las mujeres y ofrece innumerables datos, referencias, observaciones y fuentes inspiradoras que dan ganas de seguir indagando. Ya desde las primeras páginas de "El canon ignorado", la pregnancia de una imagen vinculada a los ambientes conventuales y a los talleres gráficos medievales me cautivó. La imagen en cuestión es la del "scriptorium", término latino que remite al espacio físico o al mobiliario donde llevaban a cabo su trabajo las monjas copistas e iluminadoras, como también otras mujeres laicas que contribuyeron al delicado arte de forjar los códices o manuscritos antiguos antes de la invención de la imprenta. Sabemos que la mayoría de esas mujeres permanecieron en el anonimato, pero algunas son conocidas e incluso pasaron de la estricta labor del copiado o transcripción, a la composición de textos literarios propios, como lo demuestra el caso de Christine de Pizan (1365-1439), famosa por su intervención en la "querelles des femmes" (a través de "La ciudad de las mujeres", de 1405, y otras obras literarias que le dieron éxito), pero que antes fue copista de libros de lujo en la corte. Cuenta Plebani que, además, llegó a organizar con el tiempo ella misma un "scriptorium", dirigió a los miniaturistas e hizo insertar figuraciones o escenas de sí misma en los trabajos iconográficos.