Lacan sigue sosteniendo en los setenta que “no se psicoanaliza una obra”(2011: 150). Y también declara: “Estoy este año con Joyce (…) pero no he hecho más que rozarlo dado mi embarazo en relación con el arte, en el que Freud se bañaba no sin desdicha” (2012a: 601). “Estoy reducido a leerlo, porque no lo analicé. Lo lamento” (2005a: 79).
Si bien no quiere caer en gestos desdichados y confi esa sus limitaciones, Lacan no renuncia a querer saber sobre la supuesta locura de Joyce (quien no fue su analizante, ni el de nadie). En el Seminario 23, su enunciación es dubitativa y precavida: Joyce, ¿estaba loco o no?; si lo estaba, ¿desde cuándo?; ¿se creía un redentor?.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)