Elegimos narrarnos por convicción política y pedagógica, para legitimar nuestro conocimiento acerca de la práctica, del cotidiano, del estar allí y seguir pensando y sintiendo lo que nos pasa en la experiencia (Larrosa, 2006). Desde que nos encontramos en lo profesional, hacia fines del 2017, nos narramos en múltiples formas, formatos, dispositivos. Coincidimos y compartimos nuestro posicionamiento pedagógico y político acerca de la educación pública y el arte en el espacio educativo. Sostenemos que el arte como lenguaje otro nos habilita nuevas formas de conocer el mundo y que esas formas son un derecho. Entendemos este derecho como urgente, en el marco de otros derechos más urgentes.Los espacios de trabajo no se limitan a las horas de clase. Nos encontramos por fuera del espacio curricular a inventar/construir dispositivos para la realización del trabajo de campo, para las entrevistas y las observaciones, para la evaluación, para la lectura de los diseños, para entrar a los textos. Inventamos porque queremos dar respuestas, aunque provisorias, a las necesidades, singularidades, interrogantes que surgen en los diversos grupos de prácticas.
Sostenemos que el espacio de la práctica, como lo prescribe el diseño curricular, es un espacio transversal y articulador de la formación inicial docente, caja de resonancia y síntesis de contenidos y experiencias que devienen de la formación general y específica y requieren ser reintegrados a la complejidad en la que se inscriben. Quienes estamos allí inventamos, porque no nos convencen viejas/nuevas formas y formatos para vivenciar la formación como queremos, más parecido a un tráfico de experiencias.
Por eso el narrar, y por eso pensar, desde lo que acontece en nuestras prácticas nuevos dispositivos que no terminan en la propuesta, sino que se van entretejiendo y complejizando cuando habitan los cuerpos y sentipensares de lxs estudiantes, docentes en formación.
La pregunta del ser nos lleva al hacer: Narrativas audiovisuales.